domingo, 16 de enero de 2011

Y Chalita, volvio a casa...

Gracias a Ly y a Laylita...
si no hubiera sido por su relato de anoche en la estacion
 de tren, tal vez el final hubiera sido diferente...


Siempre se me van los dedos tratando de escribir...me bailan por ahí pidiendo casi a gritos las letras que les corresponden...hace días que algunos padecen dolor, raro dolor, "finito, frío, como agujitas de hielo" describiría el dolor (aquí debería decir que prometo ir al medico a ver que es lo que les pasa, pero no se prometer lo que no estoy segura de cumplir)  pero eso no les impide seguir bailando en busca de las teclas, que alguna vez son lápiz y otras son lapicera...
Pero estos dedos mios, que son tan andariegos, y se mezclan con lanas o trabajan  metales y adoran ensuciarse con la tierra de todas mis macetas , no entienden que además de las letras hace falta aquello que inspire para que la combinación de las mentadas resulte, en definitiva, algo productivo y leíble (si se me permite el termino)
Y no todos los días puede uno ir escribiendo como quien respira...habrá, lógicamente, quienes pueden hacerlo, a quienes llamaríamos "los que saben", pero ese no es mi caso, y mis dedos no entienden, me han salido los diez muy pretensiosos...y un poco pedigüeños...
Por eso me dispongo a contar una historia chiquita, de esas que no importan a nadie...
Hacia unos días que la veía caminar por el borde de la pared que se ve desde una de mis ventanas, a veces la escuchaba maullar cerca de otra de las ventanas...esa que rara vez se abre.
Supuse, por los colores, que era una gata y no un gato, tenia un collar con un cascabel...lo que daba a entender que no era un gato, o gata en este caso, proveniente de la calle...
Pensé, entonces, que sería de ese vecino descuidado, (hijo'e perra, agrego) que se habría ido de vacaciones dejando al pobre animal a la buena de Dios...
Esta tarde, abrí esa ventana que rara vez se abre y ahí la vi, sobre la pared lindera...maullando desesperada. Repentinamente, muy propio de un felino, pegó un salto que la situó en un segundo en el alféizar de la ventana...(que linda palabra alféizar...de esas palabras que se pueden saborear...allllfeeeiiizzzarrrr)
Cuidando que no entrara para evitar conflictos con los gatos habitantes de la casa, me fui a buscar un poco de alimento balanceado con la seguridad de que ese pobre bicho estaría muerto de hambre y ante la evidencia de su flaco pescuezo al que le sobraba collar por todos lados...
Empezó a comer de mi mano y no tuve mas que dejarla entrar...me tranquilizó que Lucy, mi gata compañera y fiel, la mirara con absoluta tranquilidad, como si la conociera de toda la vida...siendo los gatos tan celosos, era, indudablemente, una buena señal...
Por un instante, esos de frecuente inconsciencia tan propios de mi, pensé en quedarmela, cariñosa e increíblemente bonita, con una mancha naranja en la frente que decía: "no soy una gata cualquiera"...pero en  la breve lucha entre mi locura y lo que a veces me queda de cordura, ganó  la contundencia del número 4 (en gatos,  es mucho para un departamento) en su collar violeta con cascabel, había una chapita que supuse llevaría su nombre, pero al mirarla con los anteojos (indispensables para distinguir letras de números e incluso para saber que algo escrito había allí) vi que lo que había grabado era algo así como un número de celular.
En este momento me detengo y debo aclarar que anoche, mi amiga Ly, me contó que una vez su perrita Layla se escapó y que ella había hecho grabar su número de celular en una chapita por si eso ocurría, de no haber sido así, jamás hubiera pensado que el numero que estaba en el cuello de mi-gata-casi-robada era el celular de su dueño/a.
Llamé y explique a la voz que me atendió, que en el cuarto de mi hijo tenia comiendo a una gata que llevaba una chapita  en el cuello con ese numero...una voz aliviada de un Leandro que acababa de conocer, me respondió en un profundo suspiro que hacía 20 días que se había ido, que estaba desesperado por ella, que había puesto fotos en el barrio...que si por favor se la podía retener que venia a buscarla... Leandro, mi vecino que no conocía, se ve que camina extremadamente rápido, o tenia muchas ganas de volver a ver a su gata, porque tardó menos que nada en hacer la cuadra y media que separa su casa de la mía.
Si, es verdad, me emociono facilmente, no es nuevo para nadie, pero cuando vi a esa gata trepar hasta el cuello de Leandro y darle mil besos en la cara...y cuando vi a Leandro, con una sonrisa enorme hablarle a su gata con ese amor inmenso...se me llenaron los ojos de lágrimas...
 Hoy, a pesar de todo, me siento bien, confirmo una vez mas que las casualidades no existen, que hay finales felices y todavía tengo la sensación de la alegría de Leandro cuando vio a su  gata Chalita...
Agendé el número de Leandro en mi celular bajo el nombre de "LEANDRO GATA" y el agendó el mio, por si a Chalita, que se ve que  es tan andariega como mis dedos, se le da por volver a visitarme.
Final feliz para la historia chiquita, para que mis dedos se queden tranquilos..
Hoy, Chalita, volvió a casa...

5 comentarios:

Checha dijo...

Algunos necesitan ayuda para volver a casa...
Saludos!

Cecis ... funámbula dijo...

Gracias Checha! A veces las palabras tienen un raro significado... tu comentario, mas alla de la historia, es significativo para mi hoy...
Un abrazo!

Antonio dijo...

Gracias por tu historia, casi una preciosa conversación a la que me hubiera gustado estar invitado.
Saludos
Antonio

Cecis ... funámbula dijo...

Gracias Antonio por tuvisita y tus palabras...como sea, en las conversaciones que sea...seras mi invitado..

Rocío Andréu dijo...

Me he emocionado yo también... Por la historia y por el cariño con el que la cuentas :)

Un beso.